27 de junio de 2008

¿Cuál es la mejor hora?

Cuando estás...

... cerca de la aurora,

... frente a la cascada y con camisa ocre,

... recorriendo caminos,

... a punto de sacar las manos de tus bolsillos,

... al lado del espejo y vistes en azul,

... con la piel húmeda al cerrar la ducha,

... a mi costado, y observas el horizonte,

... tan cerca, que percibo la tibieza de tu aliento,


Cada momento en dos versiones,
luz y viento,
oscuridad y calma...

¿si en la oscuridad te conviertes en viento?
¿en la luz serás quietud?

19 de junio de 2008

Lejos de ti, me atengo al sereno...

*

Muerto de ti, por ti, no puedo sino dejarte ir y suspenderme en éter para que no me duelan las plantas de los pies, la piel sometida a la ropa, los pulmones cuando el aire se abre paso, el pecho sacudido por disparos de la aorta. Muerto de ti, lejos, renuncio a pensar siquiera porque el cerebro es un badajo. Lejos de ti, menos despierto, me unto a la ventana como vaho si imagino que pasarás.

Por lo menos dame cápsulas de ti para no extrañarte, para no sentirte tan lejos sino en mí, parte de mí, hojuelas de mi cereal, tapiz de cada cantina a la que me entrego. Dame cápsulas de ti que contengan esencias de tu labio inferior, pequeña luz roja que ilumina incluso a un ciego como yo. Cápsulas, mi amor, para disponerte en cada viaje, si es que arrastro la cobija, o simplemente para cuando no estás.

Enséñame a tomarte a diario, escríbeme la receta: tres cápsulas de ti en el desayuno , dos antes de dormir, y doscientas en la madrugada para ver si de una vez por todas me muero de una sobredosis. Y ríndeme lo mismo que en persona, porque no busco placebo: ríndeme los mismos besos y las mismas mañanas (que recibo con las cortinas corridas para dilatar la fuga de la noche anterior).

Dame cápsulas de ti y enséñame a entender que realmente no te necesito.

Dame cápsulas de ti para no pensarte tanto.

Muerto de ti, por ti muerto, levanto los cerros hasta el cielo y pongo orden entre las olas y el continente. Porque un hombre se transforma en Hércules al querer, y más fuerte y poderoso se vuelve cuando sabe que ha perdido.

Muerto, floto en el aire por ti, ligero, como es el humo del cigarro que devoro para terminar este texto.

Lejos de ti, me atengo al sereno.

ALEJANDRO PÁEZ VARELA

5 de junio de 2008

Que pierdas el tren de la tarde...

que olvides la maleta...

que regreses sobre tus pasos...

que no me encuentres despidiéndote...

que no suceda el ayer...

viento lleva las cenizas al pasado...
contruye caminos distintos,
mueve las piezas de nuevo...
juega a los dados con mi destino,
destruye el mapa recorrido.

Y... empecemos de nuevo, hoy será genial para no conocernos.