2 de septiembre de 2013

He decidido no desearte



Todo tú genera una tormenta, y no porque no me gustes.
Me gustas demasiado.
No hablo de tu piel, de tu risa o de tus manos.
Ni siquiera de tus palabras.

Es la construcción de tus frases, el arreglo y orden en que creas los sutiles cambios de tono,
lo que no se dice, los entre-renglones.
Esa libertad concedida para interpretar las intenciones;
ese "no te lo digo, tú lo has pensado";
esa tentación de aceptar el reto, de jugar a estirar el significado.

Es el ritmo del juego como sonido de mar,
a este no lo tolero, de ti me embriago.

Así que, no te deseo porque no quiero hacerlo.
He de mentirme.
 Levanto mil muros para mantener la cordura,
al menos de pie y en equilibrio precario.

Olvidé quien soy,
tu presencia propició revelar el espejo.



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