Es tan distinta la sensación de escribir aqui, no siento la caricia del papel, ni el sonido del lápiz o bolígrafo.
Probé a imaginar lo que podría escribir.
Me senté a beber un café en un ventanal, donde observaba a las personas caminando o esperando algo. Es fantástico todo lo que expresan con miradas, gestos, movimientos y posturas... probé a sentirme como si fuera alguna de ellas... hombre o mujer... qué piensa, qué siente, qué espera, qué le molesta... podría llamarle juego, pero no había tal... solo observaba y especulaba.
Cuánto puede decirse, cuánto puede escribirse. Lo extraño ha sido que llegué a sentirme parte de cada una de ellas, ser una y muchas personas. Eso fue pensarme en singular y plural. Ser todos.
He leido un poco, las mejores historias no siempre tienen los mejores escribidores (jejeje...), aún así mantienen el ritmo de lectura, despiertan el deseo de que no termine, que sea lo mas extensa posible. También he disfrutado excelentes redactores, que usan piedras preciosas como palabras y construyen historias simples cual bellas joyas.
Escribir con el corazón, escribir con la razón. ¡Caray!, necesito un buen curso de redacción... jejeje...